Han pasado ya seis días desde que el domingo
19-J se realizaran en
Madrid las marchas en
contra del 'Pacto del Euro' y que asimismo en
Barcelona se reflejara una
animadversión similar contra semejante
ataque frontal a la salud económico-social de los ciudadanos. Fue impresionante la creciente sensación de
colectividad que experimenté ese día. Salí caminando de mi barrio, yo sólo, a eso de las 10:15 de la mañana, en dirección a la avenida de la peseta, en Carabanchel, en donde había un punto de encuentro para aquellos manifestantes que acudían de la zona sur, de Leganés principalmente. A esa hora la Columna Sur ya sumaba unos pocos miles. La marcha prosiguió por la calle Eugenia de Montijo en dirección hacia la zona de Oporto. Por el camino la gente coreaba consignas libertarias; el pueblo alzado y desde los balcones el público presenciaba el avance de la algarabía, que como
los músicos de Bremen, cada vez eran, éramos, más, como una procesión de orugas a lo largo del suelo de un pinar. De Oporto a la glorieta de Pirámides, de allí a Embajadores y en cada parada técnica varios miles más se sumaban a la comitiva. La siguiente estación fue Atocha y allí, confluencia de varias de las columnas, acometimos el desfile hacia
Neptuno, después de dejar paso a la Columna de Vallecas. Cuando llegamos a Neptuno una marea de gente abarrotaba el lugar. Gente, gente, gente. Corrientes de gente que trataban de ir y venir a diferentes partes de la glorieta como atareadas hormigas obreras en un hormiguero. Calle arriba se encontraba el
Congreso de los zánganos Diputados, cortado el acceso por un
cordón policial de antidisturbios, prestos a inyectarnos su ácido fórmico si fuera necesario. Habíamos llegado a la meta. Los que allí nos encontrábamos sentíamos la euforia de la marea de gente. Nos sabíamos decenas de miles, más de cien mil y así lo corroboró el recuento de los organizadores de las marchas (la
Asamblea de Pueblos de Madrid). Al día siguiente dijeron en los medios de comunicación que apenas habíamos sido de
37 a 42 mil personas, según los cálculos de la
consultora Lynce. Pero después de haber visto la capacidad de aforo de la Puerta del Sol, en donde caben unas 28 mil personas, os puedo decir que me creo
la cifra de
150 mil personas estimada por los organizadores del evento, que no es sino una pequeña muestra de todas las personas que sentimos un
profundo malestar y una enconada rabia por el cariz que están tomando las cosas en cuanto a nuestra situación como trabajadores y nuestra condición de ciudadanos, ¿O acaso somos hormigas?. Tengo la sensación de que los efectos de todas esas manifestaciones no serán imediatos ni cuantificables, pero sí presiento que un
subversivo micelio social se está tejiendo y que tarde o temprano aflorará a la superficie, sin que ya no se pueda asociar el fenómeno con el Movimiento 15-M... No hará falta, los ciudadanos ya nos habremos emancipado y tendremos más claro qué nos conviene como pueblo y qué no. De momento lo más importante es que esta
ola de inconformismo e información cale bien hondo en la gente, que se
extiendan las hifas de la disidencia y dentro de un tiempo a medio plazo la gente en su conjunto tendrá las
antenas bien extendidas. Ese será el primer paso para que la
metamorfosis social se opere. Sirva esta entrada como un mero recordatorio de esa jornada. Aquí van unas fotos: